El trigo, el gualdo prado, la gavilla y
el trillo,
la gorra con visera, chinas en el bolsillo;
cada cosa conlleva un pedazo de vida
de mi jovial abuelo antes de su partida.
Como en sueños, recuerdo las mieses en las eras,
los hombres descansando bajo de las higueras;
reposamos un rato que hace mucho calor,
y, después de la siesta, baja el sol su fulgor.
Evoco aquellos días que se trillaba el grano,
los grillos y chicharras que había en el verano.
Aquel botijo antiguo, cada día a la aurora,
llenaban con prestancia del agua de la Mora.
Aún conservo estas piedras que me daba mi abuelo
y guardo como joya su sonrisa sonora,
mientras sueño que juego bajo el azul del cielo.
Chelo Álvarez.